Como en muchos de los aspectos vinculados con las
armas de fuego, no se conoce quien inventó las estrías, pero su aparición es
casi tan antigua como ellas.
La más remota referencia corresponde al año 1476,
oportunidad en que un armero italiano se refiere en un escrito, a un arma de
mano con surcos en su interior con forma de espiral.
El término espiral no es técnicamente aplicable para
referirnos a las estrías, que son correctamente denominadas como
helicoidales.
Es un hecho que en Berna, en el año 1563 competían en
torneos tiradores con armas largas estriadas.
En realidad, las grandes estrías que poseían los
cañones en esos tiempos, buscaban solucionar un problema completamente
distinto. La pólvora negra utilizada en la avancarga, quemaba en forma
irregular e imperfecta, dejando en el ánima muchos residuos carbonatados que
dificultaban, retrasaban y en casos extremos impedían la recarga. Esto requería
de los tiradores una concienzuda limpieza, algo impracticable en una situación
de emergencia como por ejemplo durante el combate.
Las estrías de la época eran construidas para que esos
residuos se instalasen en los surcos, permitiendo un número mayor de disparos
sin requerir limpieza. El promedio de disparos sin saturarse de carbón de esas
armas, llegaba a alrededor de 20.
Las formas y dimensiones de los surcos eran distintos
de los actuales, generalmente diseñados en forma de V, de varios milímetros de
profundidad y a veces con trazos helicoidales.