R. Fischer fue el primero en describirlos en 1902. Hasta 1950, sin
embargo, los expertos solamente mencionaron la existencia de estos surcos sin
sugerir un uso práctico.
En Japón, Tsuchihashi y T. Suzuki, examinaron 1364 personas en el Departamento de Odontología Forense de la Universidad de Tokio entre 1968 y 1971 y lograron determinar que las líneas ubicadas en la zona roja de los labios son únicos e individuales en cada sujeto, concluyendo que era posible utilizarlos para la identificación humana.
La primera investigación forense de quieloscopía se llevo a cabo en
1961 en Hungría, luego de un homicidio donde el autor, presumiblemente para no
tocar una puerta de vidrio con sus manos manchadas con sangre, empujo la misma
con su cara, dejando la impronta de sus labios en ella.
En el proceso de examen de la evidencia de marca labial, dejo
demostrado su uso efectivo para la identificación en Criminalística al lograrse
identificar al autor.