¡No siempre
podremos alcanzar la zona deseada!
Entre los profesionales del
tiro policial se escribe y se debate mucho sobre las heridas provocadas por las
armas de fuego. El fin de los disparos
policiales es, casi siempre, provocar
la incapacitación de una persona de la forma más inmediata posible. No
es fácil. Existen muchas teorías al respecto. Algunos consideran que el calibre
del arma es lo más importante. Otros creen que el tipo de proyectil, su peso y
velocidad son los únicos factores que se deben tener presentes a la hora de
provocar, con uno o pocos impactos, heridas que lleven a un adversario al
“fuera de combate rápido”. Por cierto, desde el punto de vista policial lo que
siempre se pretende es parar o detener una agresión hostil grave. Nunca se pretende acabar con una vida, si
bien esto último nunca será controlado
por el sujeto activo del disparo.
Un disparo dirigido a una zona
que en principio no es vital, puede provocar, si no en el acto sí con
posterioridad, lesiones incompatibles con la vida. Además, se debe saber algo: el hecho de dirigir un disparo a un
determinado sitio, o zona concreta del cuerpo de un contrario, no implica que finalmente se vaya a impactar en
la zona seleccionada. Muchos
son los factores que pueden estudiarse y que de hecho intervienen en relación a
la zona apuntada o dirigida, y la zona finalmente alcanzada.
Habría que distinguir, y este
debería ser el verdadero debate, entre el impacto que súbita e instantáneamente
produce incapacitación total, por muerte; y el impacto que provoca la muerte
pero no en el instante del impacto sino después, siendo ese “después” algo
indeterminado: tras segundos, minutos o días...
Descarga la 1ra. parte aquí