domingo, 7 de septiembre de 2014

¿A la cabeza, al pecho o a una pierna… Adónde dirigir nuestros disparos?

¡No siempre podremos alcanzar la zona deseada!
Entre los profesionales del tiro policial se escribe y se debate mucho sobre las heridas provocadas por las armas de fuego. El fin de los disparos policiales es, casi siempre, provocar la incapacitación de una persona de la forma más inmediata posible. No es fácil. Existen muchas teorías al respecto. Algunos consideran que el calibre del arma es lo más importante. Otros creen que el tipo de proyectil, su peso y velocidad son los únicos factores que se deben tener presentes a la hora de provocar, con uno o pocos impactos, heridas que lleven a un adversario al “fuera de combate rápido”. Por cierto, desde el punto de vista policial lo que siempre se pretende es parar o detener una agresión hostil grave. Nunca se pretende acabar con una vida, si bien esto último nunca será controlado por el sujeto activo del disparo.

   Un disparo dirigido a una zona que en principio no es vital, puede provocar, si no en el acto sí con posterioridad, lesiones incompatibles con la vida. Además, se debe saber algo: el hecho de dirigir un disparo a un determinado sitio, o zona concreta del cuerpo de un contrario, no implica que finalmente se vaya a impactar en la zona seleccionada. Muchos son los factores que pueden estudiarse y que de hecho intervienen en relación a la zona apuntada o dirigida, y la zona finalmente alcanzada.

   Habría que distinguir, y este debería ser el verdadero debate, entre el impacto que súbita e instantáneamente produce incapacitación total, por muerte; y el impacto que provoca la muerte pero no en el instante del impacto sino después, siendo ese “después” algo indeterminado: tras segundos, minutos o días...
Descarga la 1ra. parte aquí
Descarga la 2da. parte aquí


TE PUEDE INTERESAR