sábado, 3 de mayo de 2014

ENTREVISTA: Dra. Susana P. García Roversi



Entrevistamos a la Dra. Susana P. García Roversi reconocida investigadora y abogada argentina, a quien le preguntamos su punto de vista con relación a la clasificación de los asesinos múltiples del F.B.I. y su opinión sobre algunos casos particulares que se abren al debate debido a la macabra obra de seres humanos sobre sus semejantes.


- De acuerdo a lo que hemos leído en el volumen I de “Sin Piedad”, los asesinos múltiples (según el manual del FBI) se clasifican en asesinos de masas (mass murderers), asesinos itinerantes (spree killers) y asesinos en serie (serial killers).   ¿Qué factores toma en cuenta la clasificación del FBI? (por ejemplo, el índice de maldad, peligrosidad, modus operandi, firma…)

- La clasificación que utiliza el FBI y que vuelca en su Manual posee algunos conceptos difusos, aunque es tal cual lo afirma en su pregunta; no obstante, ninguno de los factores que menciona es tenido en cuenta. La tipificación contempla dos elementos fundamentales: el tiempo y la locación. El asesino de masas actúa en un muy corto período de tiempo –salvo que intente evadir el accionar policial y en virtud de ello continúe asesinando, pero no es superior a horas– y su ubicación en un mismo lugar (locación), sin período de “calma” o cooling off; sólo detiene su accionar por suicidio, por ser abatido o capturado por las fuerzas del orden. Por su parte, en el caso de los asesinos itinerantes o “erráticos”, su denominación en inglés (spree killers), traducida literalmente refiere a “asesinos ráfaga” o “relámpago”, también induce a confusión, porque lo que se tiene en cuenta para su calificación, según el “Manual del FBI”, es el traslado, de un lugar a otro, ya sea en cortas, medianas o largas distancias y esto puede se llevar a cabo en cortos, medianos o largos períodos de tiempo como serían los casos de Charles Starkweather, Andrew Cunanan o Carlos Robledo Puch. Por mi parte, considero que el término utilizado (spree) no es el más adecuado, puesto que los asesinos de masas también realizan tiroteos o ataques en cuestión de minutos –es más, estoy en condiciones de afirmar que son los más rápidos–, por lo tanto también se puede hablar de “ráfaga criminal”. Por citar solo algunos ejemplos: Clarence Bertucci asesinó a 6 personas e hirió a 20 en un lapso de 15 segundos; a George Jo Hennard sólo le llevó 16 minutos matar a 23 personas, o Coy Weesbrock quien, en 40 segundos, asesinó a cinco. Pero ambas categorías señaladas comparten un factor común y es que la víctimas pertenecen a su entorno conocido; de no serlo estaríamos ante un asesino múltiple con algún trastorno mental crónico o agudo.

En cuanto a los asesinos seriales son aquellos que cometen tres o más homicidios, en lapsos que van de días a semanas, meses e, incluso, años, separados por un período emocional de enfriamiento o calma (cooling off). La cadena de asesinatos es producto de una urgencia irrefrenable, además de poseer un neto carácter sexual en un altísimo porcentaje (cerca de un 90 %) y, en su gran mayoría, tienen un patrón repetitivo y/o un MO y/o un ritual determinados –que pueden incluir o no su firma–, los cuales “perfeccionan”, ya sea en función del lugar (cambio de residencia con cierta asiduidad o no); el tipo de víctima o acciones que realiza; la impunidad que va adquiriendo al no ser capturado; el alto coeficiente intelectual –no en todos los casos– así como, también, el elevado nivel de estrés que lo lleva a cometer dichos actos criminales, por lo general, íntimamente relacionados con las fantasías que intentan cumplir. Este período de enfriamiento, el cual es su factor distintivo con las dos categorías anteriores, tiene su razón de ser en que estos criminales no son, precisamente, de los “que asumen riesgos”. Quieren estar lo más seguros posibles de que su accionar será “exitoso”. Asimismo toman recuerdos o trofeos de sus víctimas luego de su asesinato o vuelven al lugar en donde abandonaron los cuerpos, con el fin de “revivir el momento”, lo que puede extender el período de cooling off. Otro factor que los diferencia es que las víctimas no pertenecen a su entorno –salvo el caso de las mujeres asesinas seriales– sino que le son completamente desconocidas, lo cual acarrea serios inconvenientes en la investigación de los asesinatos, hasta que se encuentra, como dije, un modus operandi reiterado –aunque en algunos casos “evolucionan” y se tornan más osados pues se confían en su “omnipotencia”–; una “firma” y/o ritual determinados; un perfil geográfico, a veces  determinado y otras no.

En resumen, las dos primeras categorías se asemejan bastante, salvo por el tema del lugar y el tiempo en el que se llevan a cabo y los asesinos seriales son completamente diferentes. El único factor común entre las tres categorías es la cantidad de víctimas: tres o más, entre muertos, discapacitados en forma permanente y heridos. Aunque convengamos que esto sería de nula aplicación en nuestro país, pues el asesina de una persona o de diez no tiene diferencia en cuanto a la pena aplicar puesto que nuestro Código Penal establece que las penas son concurrentes y la pena mayor absorbe al resto. Por lo tanto un homicidio agravado que dé como resultado la imposición de una pena de reclusión perpetua (que no es tal pues el límite de prisión efectiva son 25 años) es la misma que se le impondría a un asesino de cuatro personas (como el caso Barreda). Seguramente los lectores argentinos estarán pensando en Carlos Robledo Puch, a quien se le ha negado la libertad, aun habiendo cumplido más de 40 años en prisión. La fundamentación de los jueces es que no tiene contención afectiva ni familiar (sus padres fallecieron y fue su único hijo), no ha adquirido conocimiento de oficio alguno ni ha realizado ningún estudio en prisión, ni tampoco se ha prestado a tratamiento psicológico o psiquiátrico alguno, pues estos son de carácter voluntario. De lo contrario, estaría en libertad por tener los plazos de condena máximos cumplidos.

En el volumen 1 de la Colección, yo he ampliado un poco más la clasificación de las dos primeras tipologías, citando cuatro subcategorías bien definidas, a saber: 1) “asesinos de familia” (family slaughters), que son los únicos que reconoce el FBI como tales y como una variedad de los asesinos de masas; 2) “asesinos en lugares de trabajo” (workplace killers); 3) “asesinos en establecimientos de enseñanza” (school shooters), y 4) “asesinos líderes de sectas o cultos destructivos” (cult leaders killers).


Estas cuatro subcategorías comparten el perfil criminal de algunas de las dos primeras tipologías de asesinos múltiples, pero se distinguen en la elección de sus “objetivos”. Asimismo, las tres primeras se encuentran ampliamente reconocidas por profesionales pertenecientes a varias ramas de las ciencias del comportamiento (psicólogos clínicos y/o sociales, psiquiatras, sociólogos, etc.), los analistas de riesgos (en el trabajo; a nivel escolar, etc.) y por los criminólogos. No obstante, he agregado, a los llamados “asesinos líderes de sectas o cultos  destructivos”, los cuales han instigado y/o protagonizado asesinatos múltiples espeluznantes; a veces participando activamente –como Adolfo de Jesús Constanzo, en México o Jeffrey Lundgren en EE.UU.–, y a veces, no –Charles Manson, en EE.UU., o Shoko Asahara en Japón–.

Los medios de comunicación han tenido –y tienen– un papel importante en esta problemática, tanto sean escritos como audiovisuales, en el momento de transmitir la información acerca de estos hechos criminales acaecidos. No es lo mismo un “asesino en serie” que uno “de masas” o uno “itinerante” y, si no se tiene una idea clara sobre este tema, es factible provocar una confusión en la opinión pública. Por ejemplo, muchos consideran a Charles Manson, Adolfo de Jesús Constanzo y a Andrew Cunanan como asesinos “en serie” y así figura en gran cantidad de bibliografía y artículos varios. No lo estimo correcto, pues no cumplen con ninguno de los requisitos para ser considerados como tales. Esto se ha dado en nuestro país con Carlos Robledo Puch, al que se lo cita, infinidad de veces como “asesino en serie”, lo cual es un grave error pues sus homicidios eran posteriores a los robos (objetivo principal) y no tenía la urgencia irrefrenable de asesinar, sino que lo hacía en forma “complementaria”.

 - Ya vimos en uno de los números anteriores de esta revista, que la Criminología desde siempre ha intentado clasificar a los delincuentes en general, de hecho hay tantas clasificaciones como autores han escrito sobre ello, y nos preguntamos ¿Por qué clasificarlos? ¿Qué utilidad tiene hacer una clasificación de los homicidas?

- Creo que la utilidad radica, precisamente, en las razones por las cuales el FBI elaboró su Manual de Clasificación Criminal: poder agrupar los distintos delitos en determinadas categorías; darles uniformidad en su denominación en el asentamiento en las bases de datos (con el fin de evitar que cada estado y, a su vez, cada condado o ciudad lo catalogue a su modo); tener una serie de características frecuentes en cada categoría, con el fin último de llevar a cabo investigaciones profundas y alineadas, que permitan dilucidar con mayor rapidez y efectividad los diferentes tipos de homicidios. Creo que las clasificaciones teóricas no sirven de mucho, salvo a los fines didácticos. Las que realmente sirven son las que tienen como objetivo la eficiencia en las investigaciones. No es lo mismo un crimen pasional que uno planificado meticulosamente y enmascarado de manera tal que entorpezca la investigación; no son iguales los asesinatos cometidos por pandillas que los cometidos por asesinos seriales que actúan en pareja o en grupos; de la misma manera tampoco lo es un asesinato por odio (racial, religioso, político) que uno por causa de narcotráfico. Son distintos los escenarios y las distintas líneas de investigación y cuanto más rápido se logre encuadrar uno o varios asesinatos en determinada categoría, más eficiente, rápida y precisa va a ser la investigación con el fin de dilucidar su autoría, y muchas veces, llegar al esclarecimiento de otros crímenes que se siguen cometiendo o fueron cometidos anteriormente por el o los mismos autores.

- Si no existiera la clasificación del Centro Nacional para el Análisis del Crimen Violento (Crime Classification Manual), ¿cómo clasificaría Susana García Roversi a los asesinos u homicidas?

- Creo que sería muy parecida, pues la considero uno de los grandes avances de la Criminología aplicada a la práctica. Lo que sí tendría en cuenta sería una actualización más continua, puesto que la última edición fue realizada en 2006 y definitivamente no tendría el formato que posee actualmente. El Manual fue realizado por diferentes autores –algunos artículos fueron hechos con colaboraciones de otros–, bajo la supervisión de John E. Douglas; Ann W. Burguess y Allen G. Burguess y Robert K. Ressler. Pero, desde esa fecha, no se ha vuelto revisar, por lo tanto algunos “nuevos” tipos de homicidios, ya instalados con una metodología determinada, han quedado fuera de dicho manual. No se contemplan los asesinatos en lugares de trabajo o en establecimientos educativos como subcategorías de asesinatos de masas o itinerantes, a pesar de que llevan cierta antigüedad en su ocurrencia; tampoco se contempla el delito de secuestro, homicidio y rapto, denominado “secuestro fetal”, que fue estudiado profundamente por Ann Burguess y Vernon J. Gebert, a pesar de que la propia autora citada en primer término considera que debería ser incluido como una nueva categoría de “homicidio por causas personales”. Definitivamente creo que yo hubiera bregado de la misma manera por la creación del Centro Nacional y su consiguiente base de datos, pero trataría de que su actualización criminológica fuera más periódica.

- También el Manual del FBI en su prólogo indica que dicha clasificación tiene por fin no solo el ordenamiento en la terminología, sino además contribuir a la investigación de los delitos. Respecto de esto, en los Estados Unidos existe el VICAP (The Violent Criminal Apprehension Program, “Programa de Aprehensión del Crimen Violento”). Sobre esto, hace unos años cuando se comenzó a implementar, muchos policías norteamericanos, con los que teníamos contacto, se mostraban escépticos  a sus resultados y argumentaban sus dudas sobre un programa informático que pudiera ayudarles a esclarecer delitos. Hoy, ya con algunos años en funcionamiento ¿Qué podemos decir de su aplicación en aquel país?

- La aplicación de este programa ha sido muy efectiva y cada vez más eficiente, a medida que el Programa se actualiza continuamente y se agregan nuevos parámetros en las investigaciones. Es muy notorio como fue disminuyendo la cantidad de víctimas, por ejemplo, de los asesinos en serie pues son descubiertos y capturados con mucha más rapidez. Asimismo, el Centro Nacional, a través del Programa (VICAP) posee la mayor base de datos de ADN del mundo con un aproximado de 8.500.000 muestras para cotejo (récord Guiness). Y, por supuesto, la informática ha contribuido enormemente en la rapidez de la transmisión de datos. Hay que tener en cuenta que en los EE.UU. los ciudadanos no poseen un documento nacional de identidad, sino que utilizan como tal sus licencias de conducir. Esto resultó ser un problema grave respecto de la recopilación de huellas dactilares, con el fin de tener una base de datos para su cotejo, pues solo se poseían las de las personas que, en algún momento, habían entrado en conflicto con la ley. Este escollo fue solucionándose con el tiempo con diferentes leyes federales (“acts”) que obligan a los ciudadanos que prestan servicios en el gobierno, las fuerzas armadas, los centros de salud, las entidades bancarias y, actualmente, hasta para otorgar las visas de ingreso al país de todo tipo, a entregar sus huellas dactilares, las cuales, junto con la de los condenados (reclusos o liberados), sospechosos, detenidos, o quienes son interrogados como testigos directos de un crimen (con el fin de desligarlos de la investigación), día a día continúa ampliando la base de datos dactiloscópica también.

-Cambiando de tema, tuvimos oportunidad en Facebook de compartir el video de “El hombre de hielo” donde el Dr. Park Dietz entrevista a Richard Kuklinski. Qué nos puede decir, desde el punto de vista criminológico, acerca de su percepción de este personaje siniestro.

-Richard Kuklinski fue realmente un psicópata asesino desde temprana edad. Cometió su primer asesinato a los 13 años, en venganza contra un compañero que lo hostigaba continuamente. Según él mismo lo manifestara, sintió que era mucho mejor “dar que recibir”; luego comenzó a involucrarse con pandillas, convirtiéndose en la “mano ejecutora”, por el motivo que fuera. Al crecer, se relacionó con diversas ramas de la mafia, y se convirtió en un “asesino a sueldo”. Pero eso no significó que sólo cumplía “con sus encargos”, sino que también asesinaba al azar, por el “simple hecho de hacerlo”. Hay que tener en cuenta que él fue condenado sólo por los homicidios cometidos como sicario y sus confesiones sobre la cantidad de personas que mató sin ningún motivo fueron con posterioridad a sus cinco cadenas perpetuas, sin derecho a libertad condicional hasta cumplir 70 años de condena efectiva. Tenía 39 años al ser condenado y podría solicitar el beneficio a los 109 años; murió a los 70 años en 2006. Lo que más me impactó de este asesino fue precisamente su frialdad absoluta, además de sus “códigos” tan especiales: nunca hubiera asesinado a un niño o a una mujer, por ejemplo; cuando el Dr. Dietz le preguntó si sentía placer al matar a alguien contestó que no: “placer me produce el sexo; matar a alguien no me produce absolutamente nada”. Uno de sus “pasatiempos” era salir munido de arco y flechas, para probar “su efectividad directamente en hombres al azar”, pues le era “más entretenido que un círculo de madera”. Sinceramente creo que de este tipo de asesino psicópata no puede esperarse rehabilitación alguna, al menos hasta que las neurociencias nos den algunas respuestas, pues no tengo ninguna duda de que hubiera seguido asesinando. No es el típico asesino en serie; no poseía ni la necesidad irrefrenable de ejercer su poder sobre sus víctimas, ni tenía un modus operandi determinado (podía utilizar armas de fuego, venenos, armas blancas), como así tampoco una firma o un ritual determinados. Solo era una forma de “entretenimiento” para él, lo cual lo torna más espeluznante. Y reitero que todos los homicidios que realizó por su cuenta, fueron confesados luego de ser condenado, gracias a la labor de un agente federal encubierto, por los asesinatos por encargo. El resto, hasta ese momento, eran casos sin resolver y así siguieron por lo que no se sabe exactamente cuál fue el total de sus víctimas. No estoy muy de acuerdo con este tipo de política que llevan a cabo los fiscales; solo buscan los casos que pueden probar en forma indubitable y conseguir una fuerte condena. Si el homicidio es el único delito imprescriptible en los EE.UU., al menos por respeto a las familias de las víctimas, se les debe una respuesta, que aunque no sean suficientes las pruebas para presentarlas a juicio, deben ser conocidas por los familiares. El propio Kuklinsky tampoco dio datos certeros pues no tenía idea de a cuántas personas había asesinado; solo de algunas. Pero teniendo en cuenta su carácter estacionario en determinadas ciudades y en un lapso preciso se puede deducir si podría haber sido él o no el asesino de algunas de las más de cien víctimas que se atribuyó, en forma aproximada. Su frase “matar no me produce absolutamente nada” es devastadora.

- ¿El criminal que más le haya impactado…?

- Aunque muchos siempre se inclinan por los asesinos en serie en su elección (Ted Bundy, John Gacy, Andrei Chikatilo o Gary Ridgway), a mí el caso que más me impactó y realmente me llevó mucho más tiempo la elaboración de su reseña pues me sentía desbordada, fue el caso de Marcus Wesson, un familicida quien fuera encontrado culpable de nueve cargos de homicidio en primer grado, y 14 crímenes sexuales, incluyendo violación y abuso de sus hijas y sobrinas menores, en Fresno, California. Sus víctimas fueron sus propios hijos, engendrados, con una de sus hijastras; con las hijas de otra hijastra (que abandonó a su prole con la “familia”) y, por relaciones incestuosas con estas hijas habidas, en un evento confuso y controvertido, el 12 de marzo de 2004. Fue condenado a muerte más 102 años de prisión por los cargos de abuso sexual agravado. Es tal el grado de perversión de este sujeto que realmente, por momentos, sentía que perdía mi objetividad en la confección de la reseña y mis emociones me sobrepasaban. Lamentablemente no fue un caso muy conocido, a nivel mundial, debido a que fue contemporáneo con el enjuiciamiento del cantante Michael Jackson, por cargos de abuso de menores, el cual acaparó todos los titulares de la prensa tanto norteamericana como mundial. Llegué a este terrible evento gracias a un periodista de Associated Press, Monte Francis, quien regresaba de cubrir el juicio por el homicidio de una mujer en avanzado estado de gravidez, por parte de su pareja, cuando vio un tumulto al pasar por Fresno y se encontró con el resultado de este macabro suceso. Fue tal el impacto que le causó, que decidió comenzar una investigación más profunda, que resultó ser su primer libro, pues nunca había visto u oído de un caso tan aberrante como este.

-En el prólogo de su obra destaca que el 53% de los homicidios en Argentina no tienen sentencia y eso se debe en más de un 90% a errores periciales en la escena del crimen, porcentajes que, en general, podríamos trasladar a otros delitos también. No sería hora que ya en la Argentina exista una verdadera la Policía Judicial, independiente de la Policía de Seguridad o Administrativa.

-Por supuesto que es una tarea ineludible pero para ello hace falta voluntad política, que evidentemente no la hay. Eso no quiere decir que no haya peritos expertos con un bagaje muy importante de experiencia y conocimiento; pero si las evidencias son recogidas de manera deficiente, por personal no calificado para ello, el resultado de sus informes no puede hacer milagros. Tenemos que tomar conciencia de la necesidad de una formación, seria y avanzada de científicos capaces e idóneos en todas las ramas de la criminalística: que debemos tener programas y oficinas dedicadas exclusivamente a los crímenes violentos; una escuela de perfilación criminal, pues dicha técnica no solo sirve para los asesinatos en serie, sino también para el correcto y eficaz estudio de cualquier escena de un crimen violento; una policía profesional-científica autónoma, integrada por profesionales especializados en la recolección de evidencias que acuda inmediatamente al llamado de las fuerzas policiales, las cuales en un primer momento, deben tener prohibido el acceso a la escena del suceso (que luego se determinará si se ha cometido un delito o no) hasta que los especialistas y forenses hayan terminado con su trabajo, de acuerdo a las reglas de un protocolo único de investigación, que tampoco existe; un cuerpo de profesionales dedicados al estudio de las ciencias de la conducta, para ayudar, controlar y dirigir a la fiscalía y que permita a la defensa, en su caso, ejercer el mismo derecho. Tenemos mucho que aprender y no tener temor alguno de invitar a los que saben, por ejemplo, el FBI, el cual es llamado por muchos países del mundo para ayudar en las investigaciones de casos que aparecen complicados, como Japón, Australia, Colombia, México, el Reino Unido, entre muchos otros, o para señalar el camino a seguir para lograr estos cambios que tanto necesitamos y que a ellos les fue muy difícil de implementar, pues la burocracia, lamentablemente, no reconoce fronteras. Tampoco es cuestión de crear instituciones solamente; estas tienen que ser eficientes y para ello la educación y conocimiento científico son imprescindibles. En nuestro país –y en muchos otros– las investigaciones son dirigidas por un fiscal o un juez de instrucción que no tienen el más mínimo conocimiento criminológico, pues la Criminología no es reconocida como ciencia autónoma sino como un componente más del Derecho Penal. Craso error; el derecho penal lo que busca es la sanción, la pena; tiene pautas para el procesamiento: deberes, derechos, y garantías; pero es, lamentablemente notorio, que las investigaciones conducentes para llegar a determinar la autoría de un determinado delito no son las adecuadas, y de allí, la cantidad de casos sin resolver que tenemos. No se solicitan las pruebas que correspondieran; no se actúa con la rapidez suficiente; no se realizan los interrogatorios a las personas adecuadas; no se recoge la evidencia como corresponde, ni tampoco posee un protocolo nacional uniforme que garantice la cadena de custodia y su correcta preservación y así podría seguir largo rato enumerando irregularidades o negligencias. Pero esto no es actual; posee larga data y por nombrar algunos ejemplos conocidos: los asesinatos de Leopoldo “Poli” Armentano; Natalia Fraticcelli (que terminó siendo cerrado como “suicidio”, lo cual desde cualquier perspectiva, es notoriamente improbable); Nora Dalmasso;  Erica Soriano, Candela Rodríguez y, si retrocedemos más en el tiempo, el de Aurelia Bryant; las niñas Nair Mustafá y Jimena Hernández; Carlos Menem hijo; Jorge Fernández Prieto; la masacre de “La Payanca”; la “desaparición” de la Dra. Cecilia Giubileo, y la lista se torna interminable. Creo que es hora de un cambio radical en este sentido pues hasta ahora solo se han aumentado las penas, las garantías procesales, los beneficios carcelarios... pero si no tenemos a quien enjuiciar es mucho más grave.

-Por último: ¿Qué nos dice Susana sobre su obra?

-La Colección recién comienza y tengo por delante una tarea exhaustiva, pero sé que es única en su temática en español. En los EE.UU. y también en Gran Bretaña, hay miles de libros de este tipo, enciclopedias de asesinos en serie, de masas, de crímenes irresueltos, pero esto no existen en nuestro idioma. Hay casos completamente desconocidos en Latinoamérica, tanto de otros países como de la propia región. Sé que he emprendido una tarea ardua y compleja, pero me gustan los desafíos y mi deseo –e intención– es que los lectores obtengan información, en forma clara y sencilla y saquen sus propias conclusiones, en comparación con el resto del mundo; lo mismo respecto de los profesionales de cualquier rama de la ciencia (forenses, abogados, médicos –en todas sus especialidades–, criminólogos, criminalistas, etc.) puedan ver cómo se trabaja en otros países; las diferentes legislaciones y, nuevamente, la casi obligada comparación entre cada una de ellas. Latinoamérica tiene mucho que aprender en Criminología y Criminalística para evitar la gran cantidad de crímenes sin resolver que posee (a pesar de ser la región del mundo que más congresos, talleres, seminarios y cursos ofrece continuamente); tiene que rever su sistema penitenciario, sin la falsa opción de “si va a la cárcel sale peor” o “no hay más lugar, por lo tanto, hay que dejarlo en libertad”; que sea más restringido el criterio de los jueces para otorgar la libertad condicional –por ejemplo, el dictamen pericial psicológico y psiquiátrico debería ser vinculante y no solo el informe del servicio penitenciario– respecto de determinados delincuentes (entre los últimos casos de libertades otorgadas a ofensores sexuales, dieron como resultado, al menos tres violaciones seguidas de muerte que nunca tendrían que haber sucedido: los casos de las jóvenes chaqueñas Soledad Bargna, Tatiana Kilozdiez y la niña pampeana Sofía Viale); crear lugares de detención para asesinos enfermos peligrosos donde puedan ser asistidos como seres humanos, con medicación y tratamiento adecuados; cárceles que se correspondan con los mandatos constitucionales y no sean meros depósitos de personas “haciendo nada”; crear de una vez por todas el registro de ofensores sexuales para ser monitoreados, una vez que cumplen su condena o son puestos en libertad condicional. Los derechos y garantías constitucionales y los derechos humanos son para los imputados o condenados pero también para las víctimas y para el resto de la sociedad; por esa misma razón, deben ser igualmente respetados. Si conocer cómo funcionan otros países –en las investigaciones criminales, procesos judiciales y tratamientos penitenciarios diversos– ayuda en algo a lograr estos objetivos, esa es mi meta.


La Dra. Susana P. García Roversi es autora del libro “ASESINOS MÚLTIPLES 1”, perteneciente a la Colección SIN PIEDAD, editado por Grupo Editorial HS. ISBN 978-987-26342-1-6 editorialhs@gmail.com

En su obra expone todo un espectro tan inesperado como macabro de sucesos mundiales devastadores tratado en forma concreta y concisa, con un lenguaje claro y sin tecnicismos, para comprobar que el horror siempre estuvo presente en los anales del crimen internacional, en unos países más que en otros, en unas épocas más que en otras. ¿Estará ínsito en la naturaleza humana? ¿Será cierto que por medio del arte o el consumo voraz de casos policiales se sublima el “lado oscuro” de los seres humanos? La obra es un estudio acerca de los caracteres y motivaciones de estos asesinos, tratando de clasificarlos y ubicarlos en lugar y tiempo; pero, más que eso, tratar de explicar lo que, aparentemente, nos resulta inexplicable e incomprensible. La autora intenta hallar algunas respuestas; el lector podrá deducir, por sí, las propias.






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