Puede
hipotetizarse que la conducta agresiva resulta adaptativa en entornos en el que
la competitividad resulta un factor determinante a la hora de repartirse unos
recursos limitados. Tanto la agresión hostil como la instrumental pueden ser
fruto de (y llevar a) relaciones de poder en las que existe un dominado y un dominador,
entrando ambos en una dinámica en la que la selección natural se hace evidente.
Sin embargo, cabe señalar que en el caso de los seres humanos la conducta está
modulada por una moralidad que no se da en el resto de especies. Esta
moralidad, al igual que las expresiones de los genes que pueden intervenir en
el desencadenamiento de conductas agresivas, tiene un sustrato biológico que es
modificado por la interacción con el entorno y con otros seres.
El paso de una
ética centrada en el propio ego hacia una enfocada hacia la responsabilidad social
es un proceso profundamente complejo y dinámico desde el punto de vista de la biología,
pero existe cierto consenso en que en él juega un papel determinante la corteza
prefrontal, situada en la parte anterior del cerebro. Esta región cerebral
juega un papel importante en la toma de decisiones y el inicio de actividades
planificadas con un objetivo proyectado temporalmente hacia el futuro. Gracias
a la corteza prefrontal el ser humano es capaz de establecer objetivos más allá
de la gratificación inmediata, y de tomar decisiones basadas en los conceptos
más abstractos.
Por lo tanto, también
juega un rol importante a la hora de socializar, ya que vivir en sociedad
significa entre otras cosas aplazar ciertas recompensas por el bien de un
beneficio proyectado temporalmente y que afecta a la colectividad. Según Fuster
(2014), por ejemplo, parte de la conducta poco social de los niños y jóvenes se
explica por una corteza prefrontal que aún no ha madurado lo suficiente y que
no está lo suficientemente conectada con los grupos neuronales del cerebro posterior
que median en la creación de emociones y la conducta orientada hacia la satisfacción
de necesidades (esta conexión se va estableciendo más tarde al ritmo del reloj
biológico, y llegará a su punto culminante durante la tercera década de vida,
entre los 25 – 30 años). Además, los grupos neuronales cuya activación evoque
principios éticos generales y conceptos abstractos encuentran el la corteza
prefrontal un mediador que les permitirá jugar un papel en la toma de
decisiones. Desde este punto de vista, un buen desarrollo del lóbulo prefrontal
suele conllevar una reducción expresión de conductas agresivas.
Fuente:
http://psicologiaymente.net/agresion-psicologiadel-desarrollo/